LA MUJER DE CAL
Música y letra de Rubén Olivera.
Basado en el cuento "La mujer" , de Julio César Castro
Era un hombre que se hallaba solo,
como tanta gente suele estar.
Siempre en aquel bar se acomodaba
y si la lengua en el alcohol le naufragaba
a veces le contaba a los amigos
de una mujer que nunca olvidó.
Una noche que estaba bien borracho
arrimaron su mesa a la pared,
pusieron una silla al otro lado
y pintaron en la cal una mujer.
Dijeron: «Alguien vino a visitarte
dice que hace tiempo no se ven.»
Lo sentaron en la silla y frente a él
le sonrió el dibujo en la pared.
El hombre se puso tan contento
al mirar la figura sin aliento.
«Ya ves… quien lo diría»…balbuceaba
«vos buscándome y yo solo te soñé».
Y habló y habló toda la noche
de los sueños y de cuanto la esperó.
Poco a poco el bar se fue vaciando
y se oía siempre a ellos conversando,
los amigos se marcharon sin saber
si acaso hicieron bien o hicieron mal.
Traía su luz tibia la mañana
y acodado en el mostrador
el dueño del boliche dormitaba
cuando despertó y los vio pasar.
Ella iba quitándose del hombro
las últimas cascaras de cal…
LA MUJER
Julio César Castro
Hombre enamoráu de los colores, aura que dice, Nostálgico Amano.
Pa'ver la salida del sol antes de que empezara a salir, se trepaba a la punta de un ucalito con brasero y mate.
A ocasiones los pájaros lo picotiaban todito porque les enllenaba los nidos de humo.
Cuando el sol dentraba a coloriar por el filo de una lomita, Nostálgico Amano solía desplomarse contra el suelo de la emoción. Pa'no tener que estarlo levantando todas las mañanas, la mujer, Hermética No, dos por tres subía y lo ataba de una rama.
Un día, de mientras Nostálgico estaba atado, mirando al sol ya pintón, ella aprovechó pa'dirse con un tropero. Como a los tres días lo desató un vecino.
Nostálgico Amano quedó como ido. Enamoráu de los colores, eso sí, pero en gris.
Una güelta, en el boliche El Resorte lo quisieron agarrar p'al chorrete en la cuestión de los colores.
Taban la Duvija, el tape Olmedo, Idéntico Aveno, Odioso Lirio, el pardo Santiago y Monolítico Suave, hablando de la vida y el corazón y tomando unos vinos, cuando miran así y ven venir a Nostálgico Amano.
A los tropezones venía el hombre, como abombáu y triste por el asunto de la china y por mirar florcitas y churrinches.
A lo que lo vieron venir, va el tape Olmedo y pinta en la paré una mujer sentada en una silla. Silenciosa la pintó. Le quedó igualita. Después fue y le arrimó una mesa.
Dentró Nostálgico, saludó, y atracó al mostrador. Pidió una botellita de vino y se acodó. La Duvija fue y le dijo:
-¿Cómo anda, don Nostálgico?
-Estrañando la mujer. Solo, uno es naides.
Por ahí el tape Olmedo tropezó con la mesa que estaba contra la paré, miró la pintura, y fuerte, pa'que Nostálgico oyera, va y dice:
-Desculpe, moza.
Nostálgico mosquió pa'ese láu. Vio a la mujer de la paré contra la mesa, agarró la botella de vino, pidió otro vaso, y fue y se le sentó enfrente.
La miró un rato. Dispués sirvió pa'los dos, y dentró a prosiar bajito, como cuadra al hombre que habla de lo suyo.
Nostálgico, meta prosa, terminó el litro y pidió otro.
Le contó todita su vida. Que era hombre de trabajo dende chico, castigáu por injusticias dende siempre, que aura andaba triste y solito, cargáu de ternura sin un destino, y que así no era vida porque cuando uno dentra a ver gris -le dijo-, se hace gris.
Si le habrá prosíau de lujo, que pa'la madrugada se la llevó pa'las casas.
El se diba sacudiendo recuerdos. Ella, la cal de la paré.
FIN