miércoles, 29 de abril de 2009

Dire Straits - Alchemy - 1984


"Alchemy: Dire Straits Live" es el primer álbum en vivo oficial de Dire Straits. Considerado justamente como uno de los mejores directos del rock jamás registrados, incluye sus mayores éxitos hasta la fecha en versiones prolongadas con espectaculares solos de Mark Knopfler y finales apoteósicos.

ALCHEMY ALBUM COMPLETO

En mi opinión, las canciones registradas aquí superan por lejos las versiones de los álbumes de estudio.Por ejemplo "Sultans of swing", "Once upon a time in the west" o "Private investigations" son impresionantes y mil veces mejores que  las versiones originales.

SULTANS OF SWING

PRIVATE INVESTIGATIONS

ONCE UPON A TIME IN THE WEST

La portada del álbum está tomada de una pintura de Brett Whiteley. El artista australiano realizó para la ocasión un collage con los rostros de los miembros del grupo para la contratapa del álbum.


Al año siguiente publicarían su grandioso "Brothers in arms", un trabajo pleno de singles exitosos de una calidad superior,sin ningún desperdicio.En "Brothers in arms" y "Alchemy" tenemos sin lugar a dudas lo mejor de ésta gran banda que fue Dire Straits, que al decir de Knopfler era algo más que unas "manos alquiladas" al servicio de sus composiciones.Y es en éste directo donde podemos comprobar el poder cautivador no sólo de las grandes canciones compuestas por su líder sino de la notable performance de los músicos de la banda.



TUNNEL OF LOVE

PROGRAMA
Todas las canciones compuestas por Mark Knopfler excepto donde se indica.
Disco uno
"Once Upon a Time in the West" – 13:01
"Intro: Stargazer" (instrumental extraído de la banda sonora de "Local Hero")
"Expresso Love" – 5:45
"Romeo and Juliet" – 8:17
"Love over Gold" – 3:27
"Private Investigations" – 7:34
"Sultans of Swing" – 10:54
Disco dos
"Two Young Lovers" – 4:49
"Tunnel of Love" – 14:29
"Intro: The Carousel Waltz" (Richard Rodgers/Oscar Hammerstein II)
"Telegraph Road" – 13:37
"Solid Rock" – 6:01
"Going Home - Theme from 'Local Hero'" – 6:05
DVD / Blu-Ray
"Once Upon a Time in the West" – 13:01
"Intro: Stargazer" (instrumental extraído de la banda sonora de "Local Hero")
"Expresso Love" – 5:45
"Romeo and Juliet" – 8:17
"Private Investigations" – 7:34
"Sultans of Swing" – 10:54
"Two Young Lovers" – 4:49
"Tunnel of Love" – 14:29
"Intro: The Carousel Waltz" (Richard Rodgers/Oscar Hammerstein II)
"Telegraph Road" – 13:37
"Solid Rock" – 6:01
"Going Home - Theme from 'Local Hero'" – 6:05
La edición en DVD y Blu-Ray incluye el documental BBC Arena y dos actuaciones en directo en TV.




DIRE STRAITS
Mark Knopfler: guitarra y voz
Alan Clark: teclados
Mel Collins: saxofón
John Illsley: bajo
Joop de Korte: percusión
Hal Lindes: guitarra
Tommy Mandel: teclados
Terry Williams: batería



ROMEO AND JULIET

viernes, 17 de abril de 2009

Breakin´ (Soundtrack) - 1984



Breakin ' es una película musical de 1984, dirigida por Joel Silberg, ambientada en el mundo del breakdance y la cultura "hip hop" de Los Ángeles.Estaba protagonizada por Lucinda Dickey,Adolfo 'Shabba-Doo' Quiñones y Michael 'Boogaloo Shrimp' Chambers.

OLLIE & JERRY - THERE´S NO STOPPING US

Ni que hablar que, como sucede en esas películas, el argumento es lo de menos y sigue siempre en torno a los mismos tópicos que ni voy a comentar.Pero la habilidad de los bailarines de ése estilo, verdaderos acróbatas, es el mayor atractivo de la película en todo caso.Y por supuesto, la banda sonora, obviamente cien por ciento bailable hasta el día de hoy.

RE-FLEX - CUT IT

HOT STREAK - BODY WORK

THE BAR-KAYS - FREAKSHOW ON THE DANCE FLOOR

Hay algunos temas en la película que sin embargo no fueron incluidos en la banda sonora oficial publicada: "Boogie Down" de Al Jarreau, "Tour de France" de Kraftwerk y "Beat Box" de Art of Noise.
He aquí el numerito en el que suena el tema de los alemanes en una esquina de Los Angeles, y uno de los protagonistas hace gala de sus habilidades:

BREAKIN´ TURBO BROOM DANCE

RUFUS & CHAKA KHAN - AIN´T NOBODY


LISTA DE TEMAS
  1. "Breakin'... There's No Stopping Us" by Ollie & Jerry – 4:34
  2. "Freakshow on the Dance Floor" by The Bar-Kays – 4:42
  3. "Body Work" by Hot Streak – 4:22
  4. "99 ½" by Carol Lynn Townes – 4:02
  5. "Showdown" by Ollie & Jerry – 3:57
  6. "Heart of the Beat" by 3V – 4:18
  7. "Street People" by Fire Fox – Music by (Ollie & Jerry) 3:23
  8. "Cut It" by Re-Flex – 3:11
  9. "Ain't Nobody" by Chaka Khan – 4:45
  10. "Reckless" by Ice T – 3:57

ICE-T - RECKLESS




viernes, 10 de abril de 2009

Horacio Quiroga - Nuestro primer cigarro - 1917

Nuestro primer cigarro

Horacio Quiroga
De "Cuentos de amor de locura y de muerte", 1917

Ninguna época de mayor alegría que la que nos proporcionó a María y a mí, nuestra tía con su muerte.
Inés volvía de Buenos Aires, donde había pasado tres meses. Esa noche, cuando nos acostábamos, oímos que Inés decía a mamá:
-¡Qué extraño!... Tengo las cejas hinchadas.
Mamá examinó seguramente las cejas de tía, pues después de un rato contestó:
-Es cierto... ¿No sientes nada?
-No... sueño.
Al día siguiente, hacia las dos de la tarde, notamos de pronto fuerte agitación en casa, puertas que se abrían y no se cerraban, diálogos cortados de exclamaciones, y semblantes asustados. Inés tenía viruela, y de cierta especie hemorrágica que vivía en Buenos Aires.
Desde luego, a mi hermana y a mí nos entusiasmó el drama. Las criaturas tienen casi siempre la desgracia de que las grandes cosas no pasen en su casa. Esta vez nuestra tía -¡casualmente nuestra tía!- ¡enferma de viruela! Yo, chico feliz, contaba ya en mi orgullo la amistad de un agente de policía, y el contacto con un payaso que saltando las gradas había tomado asiento a mi lado. Pero ahora el gran acontecimiento pasaba en nuestra propia casa; y al comunicarlo al primer chico que se detuvo en la puerta de calle a mirar, había ya en mis ojos la vanidad con que una criatura de riguroso luto pasa por primera vez ante sus vecinillos atónitos y envidiosos.
Esa misma tarde salimos de casa, instalándonos en la única que pudimos hallar con tanta premura, una vieja quinta de los alrededores. Una hermana de mamá, que había tenido viruela en su niñez, quedó al lado de Inés.
Seguramente en los primeros días mamá pasó crueles angustias por sus hijos que habían besado a la virolenta. Pero en cambio nosotros, convertidos en furiosos robinsones, no teníamos tiempo para acordarnos de nuestra tía. Hacía mucho tiempo que la quinta dormía en su sombrío y húmedo sosiego. Naranjos blanquecinos de diaspis; duraznos rajados en la horqueta; membrillos con aspecto de mimbres; higueras rastreantes a fuerza de abandono, aquello daba, en su tupida hojarasca que ahogaba los pasos, fuerte sensación de paraíso.
Nosotros no éramos precisamente Adán y Eva; pero sí heroicos robinsones, arrastrados a nuestro destino por una gran desgracia de familia: la muerte de nuestra tía, acaecida cuatro días después de comenzar nuestra exploración.
Pasábamos el día entero huroneando por la quinta bien que las higueras, demasiado tupidas al pie, nos inquietaran un poco. El pozo también suscitaba nuestras preocupaciones geográficas. Era este un viejo pozo inconcluso, cuyos trabajos se habían detenido a los catorce metros sobre el fondo de piedra, y que desaparecía ahora entre los culantrillos y doradillas de sus paredes. Era, sin embargo, menester explorarlo, y por vía de avanzada logramos con infinitos esfuerzos llevar hasta su borde una gran piedra. Como el pozo quedaba oculto tras un macizo de cañas, nos fue permitida esta maniobra sin que mamá se enterase. No obstante, María, cuya inspiración poética primó siempre en nuestras empresas, obtuvo que aplazáramos el fenómeno hasta que una gran lluvia, llenando el pozo, nos proporcionara satisfacción artística, a la par que científica.
Pero lo que sobre todo atrajo nuestros asaltos diarios fue el cañaveral. Tardamos dos semanas enteras en explorar como era debido aquel diluviano enredo de varas verdes, varas secas, varas verticales, varas dobladas, atravesadas, rotas hacia tierra. Las hojas secas, detenidas en su caída, entretejían el macizo, que llenaba el aire de polvo y briznas al menor contacto.
Aclaramos el secreto, sin embargo; y sentados con mi hermana en la sombría guarida de algún rincón, bien juntos y mudos en la semioscuridad, gozamos horas enteras el orgullo de no sentir miedo.
Fue allí donde una tarde, avergonzados de nuestra poca iniciativa, inventamos fumar. Mamá era viuda; con nosotros vivían habitualmente dos hermanas suyas, y en aquellos momentos un hermano, precisamente el que había venido con Inés de Buenos Aires.
Este nuestro tío de veinte años, muy elegante y presumido, habíase atribuido sobre nosotros dos cierta potestad que mamá, con el disgusto actual y su falta de carácter, fomentaba.
María y yo, por de pronto, profesábamos cordialísima antipatía al padrastrillo.
-Te aseguro -decía él a mamá, señalándonos con el mentón- que desearía vivir siempre contigo para vigilar a tus hijos. Te van a dar mucho trabajo.
-¡Déjalos! -respondía mamá cansada.
Nosotros no decíamos nada; pero nos mirábamos por encima del plato de sopa.
A este severo personaje, pues, habíamos robado un paquete de cigarrillos; y aunque nos tentaba iniciarnos súbitamente en la viril virtud, esperamos el artefacto. Este consistía en una pipa que yo había fabricado con un trozo de caña, por depósito; una varilla de cortina, por boquilla; y por cemento, masilla de un vidrio recién colocado. La pipa era perfecta: grande, liviana y de varios colores.
En nuestra madriguera del cañaveral cargámosla María y yo con religiosa y firme unción. Cinco cigarrillos dejaron su tabaco adentro; y sentándonos entonces con las rodillas altas, encendí la pipa y aspiré. María, que devoraba mi acto con los ojos, notó que los míos se cubrían de lágrimas: jamás se ha visto ni verá cosa más abominable. Deglutí, sin embargo, valerosamente la nauseosa saliva.
-¿Rico? -me preguntó María ansiosa, tendiendo la mano.
-Rico -le contesté pasándole la horrible máquina.
María chupó, y con más fuerza aún. Yo, que la observaba atentamente, noté a mi vez sus lágrimas y el movimiento simultáneo de labios, lengua y garganta, rechazando aquello. Su valor fue mayor que el mío.
-Es rico -dijo con los ojos llorosos y haciendo casi un puchero. Y se llevó heroicamente otra vez a la boca la varilla de bronce.
Era inminente salvarla. El orgullo, solo él, la precipitaba de nuevo a aquel infernal humo con gusto a sal de Chantaud, el mismo orgullo que me había hecho alabarle la nausebunda fogata.
-¡Psht! -dije bruscamente, prestando oído- me parece el gargantilla del otro día... debe de tener nido aquí...
María se incorporó, dejando la pipa de lado; y con el oído atento y los ojos escrudiñantes, nos alejamos de allí, ansiosos aparentemente de ver al animalito, pero en verdad asidos como moribundos a aquel honorable pretexto de mi invención, para retirarnos prudentemente del tabaco, sin que nuestro orgullo sufriera.
Un mes más tarde volví a la pipa de caña, pero entonces con muy distinto resultado.
Por alguna que otra travesura nuestra, el padrastrillo habíanos ya levantado la voz mucho más duramente de lo que podíamos permitirle mi hermana y yo. Nos quejamos a mamá.
-¡Bah!, no hagan caso -nos respondió, sin oírnos casi- él es así.
-¡Es que nos va a pegar un día! -gimoteó María.
-Si ustedes no le dan motivos, no. ¿Qué le han hecho? -añadió dirigiéndose a mí.
-Nada, mamá... Pero yo no quiero que me toque! -objeté a mi vez.
En este momento entró nuestro tío.
-¡Ah! aquí está el buena pieza de tu Eduardo... ¡Te va a sacar canas este hijo, ya verás!
-Se quejan de que quieres pegarles.
-¿Yo? -exclamó el padrastrillo midiéndome-. No lo he pensado aún. Pero en cuanto me faltes al respeto...
-Y harás bien -asintió mamá.
-¡Yo no quiero que me toque! -repetí enfurruñado y rojo-. ¡Él no es papá!
-Pero a falta de tu pobre padre, es tu tío. ¡En fin, déjenme tranquila! -concluyó apartándonos.
Solos en el patio, María y yo nos miramos con altivo fuego en los ojos.
-¡Nadie me va a pegar a mí! -asenté.
-¡No... ni a mí tampoco! -apoyó ella, por la cuenta que le iba.
-¡Es un zonzo!
Y la inspiración vino bruscamente, y como siempre, a mi hermana, con furibunda risa y marcha triunfal:
-¡Tío Alfonso... es un zonzo! ¡Tío Alfonso... es un zonzo!
Cuando un rato después tropecé con el padrastrillo, me pareció, por su mirada, que nos había oído. Pero ya habíamos planteado la historia del Cigarro Pateador, epíteto este a la mayor gloria de la mula Maud.
El cigarro pateador consistió, en sus líneas elementales, en un cohete que rodeado de papel de fumar, fue colocado en el atado de cigarrillos que tío Alfonso tenía siempre en su velador, usando de ellos a la siesta.
Un extremo había sido cortado a fin de que el cigarro no afectara excesivamente al fumador. Con el violento chorro de chispas había bastante, y en su total, todo el éxito estribaba en que nuestro tío, adormilado, no se diera cuenta de la singular rigidez de su cigarrillo.
Las cosas se precipitan a veces de tal modo, que no hay tiempo ni aliento para contarlas. Solo sé que una siesta el padrastrillo salió como una bomba de su cuarto, encontrando a mamá en el comedor.
-¡Ah, estás acá! ¿Sabes lo que han hecho? ¡Te juro que esta vez se van a acordar de mí!
-¡Alfonso!
-¿Qué? ¡No faltaba más que tú también!... ¡Si no sabes educar a tus hijos, yo lo voy a hacer!
Al oír la voz furiosa del tío, yo, que me ocupaba inocentemente con mi hermana en hacer rayitas en el brocal del aljibe, evolucioné hasta entrar por la segunda puerta en el comedor, y colocarme detrás de mamá. El padrastrillo me vio entonces y se lanzó sobre mí.
-¡Yo no hice nada! -grité.
-¡Espérate! -rugió mi tío, corriendo tras de mí alrededor de la mesa.
-¡Alfonso, déjalo!
-¡Después te lo dejaré!
-¡Yo no quiero que me toque!
-¡Vamos, Alfonso! ¡Pareces una criatura!
Esto era lo último que se podía decir al padrastrillo. Lanzó un juramento y sus piernas en mi persecución con tal velocidad, que estuvo a punto de alcanzarme. Pero en ese instante salía yo como de una honda por la puerta abierta, y disparaba hacia la quinta, con mi tío detrás.
En cinco segundos pasamos como una exhalación por los durazneros, los naranjos y los perales, y fue en este momento cuando la idea del pozo, y su piedra, surgió terriblemente nítida.
-¡No quiero que me toque! -grité aún.
-¡Espérate!
En ese instante llegamos al cañaveral.
-¡Me voy a tirar al pozo! -aullé para que mamá me oyera.
-¡Yo soy el que te voy a tirar!
Bruscamente desaparecí a sus ojos tras las cañas; corriendo siempre, di un empujón a la piedra exploradora que esperaba una lluvia, y salté de costado, hundiéndome bajo la hojarasca.
Tío desembocó en seguida, a tiempo que dejando de verme, sentía allá en el fondo del pozo el abominable zumbido de un cuerpo que se aplastaba.
El padrastrillo se detuvo, totalmente lívido; volvió a todas partes sus ojos dilatados, y se aproximó al pozo. Trató de mirar adentro, pero los culantrillos se lo impidieron. Entonces pareció reflexionar, y después de una atenta mirada al pozo y sus alrededores, comenzó a buscarme.
Como desgraciadamente para el caso, hacía poco tiempo que el tío Alfonso cesara a su vez de esconderse para evitar los cuerpo a cuerpo con sus padres, conservaba aún muy frescas las estrategias subsecuentes, e hizo por mi persona cuanto era posible hacer para hallarme.
Descubrió en seguida mi cubil, volviendo pertinazmente a él con admirable olfato; pero fuera de que la hojarasca diluviana me ocultaba del todo, el ruido de mi cuerpo estrellándose obsediaba a mi tío, que no buscaba bien, en consecuencia.
Fue pues resuelto que yo yacía aplastado en el fondo del pozo, dando entonces principio a lo que llamaríamos mi venganza póstuma. El caso era bien claro: ¿con qué cara mi tío contaría a mamá que yo me había suicidado para evitar que él me pegara?
Pasaron diez minutos.
-¡Alfonso! -sonó de pronto la voz de mamá en el patio.
-¿Mercedes? -respondió aquel tras una brusca sacudida.
Seguramente mamá presintió algo, porque su voz sonó de nuevo, alterada.
-¿Y Eduardo? ¿Dónde está? -agregó avanzando.
-¡Aquí, conmigo! -contestó riendo-. Ya hemos hecho las paces.
Como de lejos mamá no podía ver su palidez ni la ridícula mueca que él pretendía ser beatífica sonrisa, todo fue bien.
-¿No le pegaste, no? -insistió aún mamá.
-No. ¡Si fue una broma!
Mamá entró de nuevo. ¡Broma! Broma comenzaba a ser la mía para el padrastrillo.
Celia, mi tía mayor, que había concluido de dormir la siesta, cruzó el patio y Alfonso la llamó en silencio con la mano. Momentos después Celia lanzaba un ¡oh! ahogado, llevándose las manos a la cabeza.
-¡Pero, cómo! ¡Qué horror! ¡Pobre, pobre Mercedes! ¡Qué golpe!
Era menester resolver algo antes que Mercedes se enterara. ¿Sacarme, con vida aún?... El pozo tenía catorce metros sobre piedra viva. Tal vez, quién sabe... Pero para ello sería preciso traer sogas, hombres; y Mercedes...
-¡Pobre, pobre madre! -repetía mi tía.
Justo es decir que para mí, el pequeño héroe, mártir de su dignidad corporal, no hubo una sola lágrima. Mamá acaparaba todos los entusiasmos de aquel dolor, sacrificándole ellos la remota probabilidad de vida que yo pudiera aún conservar allá abajo. Lo cual, hiriendo mi doble vanidad de muerto y de vivo, avivó mi sed de venganza.
Media hora después mamá volvió a preguntar por mí, respondiéndole Celia con tan pobre diplomacia, que mamá tuvo en seguida la seguridad de una catástrofe.
-¡Eduardo, mi hijo! -clamó arrancándose de las manos de su hermana que pretendía sujetarla, y precipitándose a la quinta.
-¡Mercedes! ¡Te juro que no! ¡Ha salido!
-¡Mi hijo! ¡mi hijo! ¡Alfonso!
Alfonso corrió a su encuentro, deteniéndola al ver que se dirigía al pozo. Mamá no pensaba en nada concreto; pero al ver el gesto horrorizado de su hermano, recordó entonces mi exclamación de una hora antes, y lanzó un espantoso alarido.
-¡Ay! ¡Mi hijo! ¡Se ha matado! ¡Déjame, déjenme! ¡Mi hijo, Alfonso! ¡Me lo has muerto!
Se llevaron a mamá sin sentido. No me había conmovido en lo más mínimo la desesperación de mamá, puesto que yo -motivo de aquella- estaba en verdad vivo y bien vivo, jugando simplemente en mis ocho años con la emoción, a manera de los grandes que usan de las sorpresas semitrágicas: ¡el gusto que va a tener cuando me vea!
Entretanto, gozaba yo íntimo deleite con el fracaso del padrastrillo.
-¡Hum!... ¡Pegarme! -rezongaba yo, aún bajo la hojarasca. Levantándome entonces con cautela, senteme en cuclillas en mi cubil y recogí la famosa pipa bien guardada entre el follaje. Aquel era el momento de dedicar toda mi seriedad a agotar la pipa.
El humo de aquel tabaco humedecido, seco, vuelto a humedecer y resecar infinitas veces, tenía en aquel momento un gusto a cumbarí, solución Coirre y sulfato de soda, mucho más ventajoso que la primera vez. Emprendí, sin embargo, la tarea que sabía dura, con el ceño contraído y los dientes crispados sobre la boquilla.
Fumé, quiero creer que cuarta pipa. Solo recuerdo que al final el cañaveral se puso completamente azul y comenzó a danzar a dos dedos de mis ojos. Dos o tres martillos de cada lado de la cabeza comenzaron a destrozarme las sienes, mientras el estómago, instalado en plena boca, aspiraba él mismo directamente las últimas bocanadas de humo.
* * * * *
Volví en mí cuando me llevaban en brazos a casa. A pesar de lo horriblemente enfermo que me encontraba, tuve el tacto de continuar dormido, por lo que pudiera pasar. Sentí los brazos delirantes de mamá sacudiéndome.
-¡Mi hijo querido! ¡Eduardo, mi hijo! ¡Ah, Alfonso, nunca te perdonaré el dolor que me has causado!
-¡Pero, vamos! -decíale mi tía mayor- ¡no seas loca, Mercedes! ¡Ya ves que no tiene nada!
-¡Ah! -repuso mamá llevándose las manos al corazón en un inmenso suspiro-. ¡Sí, ya pasó!... Pero dime, Alfonso, ¿cómo pudo no haberse hecho nada? ¡Ese pozo, Dios mío!...
El padrastrillo, quebrantado a su vez, habló vagamente de desmoronamiento, tierra blanda, prefiriendo para un momento de mayor calma la solución verdadera, mientras la pobre mamá no se percataba de la horrible infección de tabaco que exhalaba su suicida.
Abrí al fin los ojos, me sonreí y volví a dormirme, esta vez honrada y profundamente.
Tarde ya, el tío Alfonso me despertó.
-¿Qué merecerías que te hiciera? -me dijo con sibilante rencor-. ¡Lo que es mañana, le cuento todo a tu madre, y ya verás lo que son gracias!
Yo veía aún bastante mal, las cosas bailaban un poco, y el estómago continuaba todavía adherido a la garganta. Sin embargo, le respondí:
-¡Si le cuentas algo a mamá, lo que es esta vez te juro que me tiro!
¿Los ojos de un joven suicida que fumó heroicamente su pipa, expresan acaso desesperado valor?
Es posible. De todos modos, el padrastrillo, después de mirarme fijamente, se encogió de hombros, levantando hasta mi cuello la sábana un poco caída.
-Me parece que mejor haría en ser amigo de este microbio -murmuró.
-Creo lo mismo -le respondí.
Y me dormí. 

FIN



Horacio Silvestre Quiroga Forteza (Salto, Uruguay, 31 de diciembre de 1878 – Buenos Aires, Argentina, 19 de febrero de 1937) fue un cuentista, dramaturgo y poeta uruguayo. Fue el maestro del cuento latinoamericano, de prosa vívida, naturalista y modernista.Sus relatos breves, que a menudo retratan a la naturaleza bajo rasgos temibles y horrorosos, y como enemiga del ser humano, le valieron ser comparado con el estadounidense Edgar Allan Poe.

Vivió en su país natal hasta la edad de 23 años, momento en el cual, luego de matar accidentalmente a su mejor amigo, decidió emigrar a Argentina, país donde vivió 35 años —hasta su muerte—, donde se casó dos veces, tuvo sus tres hijos, y en donde además desarrolló la mayor parte de su obra. Mostró una eterna pasión por el territorio de Misiones y su selva, adonde se asentó en dos oportunidades y cuyo entorno trasladó a la trama de muchos de sus escritos.

La vida de Quiroga, marcada por la tragedia, los accidentes y los suicidios, culminó por decisión propia, cuando bebió un vaso de cianuro en el Hospital de Clínicas de la ciudad de Buenos Aires a los 58 años de edad, tras enterarse de que padecía cáncer de próstata.

viernes, 3 de abril de 2009

Queen - Sheer heart attack - 1974



"Sheer Heart Attack" es el tercer álbum de estudio de Queen, fue publicado en noviembre de 1974 y producido por Roy Thomas Baker y Queen. Llegó al número dos del ranking de ventas de discos en el Reino Unido y en Estados Unidos alcanzó el número doce.
Curiosamente, la canción llamada "Sheer Heart Attack" no está incluída en el disco, sino que recién la incluirían en "News of the World" de 1977.
El álbum tiene algunos de los momentos más memorables del sonido Queen.

IN THE LAP OF THE GODS

Fue el álbum que los consagró internacionalmente, contando con los sencillos "Killer Queen" y "Now I'm Here".

KILLER QUEEN

NOW I´M HERE

Las canciones "Tenement Funster", "Flick of the Wrist" y "Lily of the Valley" están encadenadas, como formando una unidad.

TENEMENT FUNSTER / LILY OF THE VALLEY / FLICK OF THE WRIST

SHE MAKES ME

BRIGHTON ROCK

"Stone Cold Crazy", está considerado por muchos como el primer Thrash Metal de la historia.El tema era originario de Wreckage, banda a la que Freddie Mercury perteneció antes de Queen.

STONE COLD CRAZY


TRACKLIST
01.«Brighton Rock» May 5:11
02.«Killer Queen» Mercury 3:01
03.«Tenement Funster» Taylor 2:50
04.«Flick Of The Wrist» Mercury 3:20
05.«Lily Of The Valley» Mercury 1:47
06.«Now I'm Here» May 4:15
07.«In The Lap Of The Gods» Mercury 3:23
08.«Stone Cold Crazy» Queen 2:10
09.«Dear Friends» May 1:07
10.«Misfire» Deacon 1:50
11.«Bring Back That Leroy Brown» Mercury 2:16
12.«She Makes Me (Stormtrooper In Stilettoes)» May 4:10
13.«In The Lap Of The Gods...Revisited» Mercury 3:44
Bonus Track Hollywood Records 1991:
14.«Stone Cold Crazy (1991 Bonus Remix)»

STONE COLD CRAZY 1991 REMIX


QUEEN
Freddie Mercury – Voz, piano,coros.
Brian May – Guitarra, piano, coros (voz solista en She Makes Me y banjo en Bring Back that Leroy Brown).
John Deacon – Bajo, guitarras, guitarra acústica, (contrabajo en Bring Back that Leroy Brown).
Roger Taylor – Batería, coros y percusión (voz solista en Tenement Funster).



IN THE LAP OF THE GODS...REVISITED