miércoles, 29 de julio de 2015

Anton Chejov - Una noche de espanto

Una noche de espanto

Anton Chejov

Palideciendo, Iván Ivanovitch Panihidin empezó la historia con emoción:
-Densa niebla cubría el pueblo, cuando, en la Noche Vieja de 1883, regresaba a casa. Pasando la velada con un amigo, nos entretuvimos en una sesión espiritualista. Las callejuelas que tenía que atravesar estaban negras y había que andar casi a tientas. Entonces vivía en Moscú, en un barrio muy apartado. El camino era largo; los pensamientos confusos; tenía el corazón oprimido...

"¡Declina tu existencia!... ¡Arrepiéntete!", había dicho el espíritu de Spinoza, que habíamos consultado.

Al pedirle que me dijera algo más, no sólo repitió la misma sentencia, sino que agregó: "Esta noche".

No creo en el espiritismo, pero las ideas y hasta las alusiones a la muerte me impresionan profundamente.

No se puede prescindir ni retrasar la muerte; pero, a pesar de todo, es una idea que nuestra naturaleza repele.

Entonces, al encontrarme en medio de las tinieblas, mientras la lluvia caía sin cesar y el viento aullaba lastimeramente, cuando en el contorno no se veía un ser vivo, no se oía una voz humana, mi alma estaba dominada por un terror incomprensible. Yo, hombre sin supersticiones, corría a toda prisa temiendo mirar hacia atrás. Tenía miedo de que al volver la cara, la muerte se me apareciera bajo la forma de un fantasma.

Panihidin suspiró y, bebiendo un trago de agua, continuó:

-Aquel miedo infundado, pero irreprimible, no me abandonaba. Subí los cuatro pisos de mi casa y abrí la puerta de mi cuarto. Mi modesta habitación estaba oscura. El viento gemía en la chimenea; como si se quejara por quedarse fuera.

Si he de creer en las palabras de Spinoza, la muerte vendrá esta noche acompañada de este gemido...¡brr!... ¡Qué horror!... Encendí un fósforo. El viento aumentó, convirtiéndose el gemido en aullido furioso; los postigos retemblaban como si alguien los golpease.

"Desgraciados los que carecen de un hogar en una noche como ésta", pensé.

No pude proseguir mis pensamientos. A la llama amarilla del fósforo que alumbraba el cuarto, un espectáculo inverosímil y horroroso se presentó ante mí...

Fue lástima que una ráfaga de viento no alcanzara a mi fósforo; así me hubiera evitado ver lo que me erizó los cabellos... Grité, di un paso hacia la puerta y, loco de terror, de espanto y de desesperación, cerré los ojos.

En medio del cuarto había un ataúd.

Aunque el fósforo ardió poco tiempo, el aspecto del ataúd quedó grabado en mí. Era de brocado rosa, con cruz de galón dorado sobre la tapa. El brocado, las asas y los pies de bronce indicaban que el difunto había sido rico; a juzgar por el tamaño y el color del ataúd, el muerto debía ser una joven de alta estatura.

Sin razonar ni detenerme, salí como loco y me eché escaleras abajo. En el pasillo y en la escalera todo era oscuridad; los pies se me enredaban en el abrigo. No comprendo cómo no me caí y me rompí los huesos. En la calle, me apoyé en un farol e intenté tranquilizarme. Mi corazón latía; la garganta estaba seca. No me hubiera asombrado encontrar en mi cuarto un ladrón, un perro rabioso, un incendio... No me hubiera asombrado que el techo se hubiese hundido, que el piso se hubiese desplomado... Todo esto es natural y concebible. Pero, ¿cómo fue a parar a mi cuarto un ataúd? Un ataúd caro, destinado evidentemente a una joven rica. ¿Cómo había ido a parar a la pobre morada de un empleado insignificante? ¿Estará vacío o habrá dentro un cadáver? ¿Y quién será la desgraciada que me hizo tan terrible visita? ¡Misterio!

O es un milagro, o un crimen.

Perdía la cabeza en conjeturas. En mi ausencia, la puerta estaba siempre cerrada, y el lugar donde escondía la llave sólo lo sabían mis mejores amigos; pero ellos no iban a meter un ataúd en mi cuarto. Se podía presumir que el fabricante lo llevase allí por equivocación; pero, en tal caso, no se hubiera ido sin cobrar el importe, o por lo menos un anticipo.

Los espíritus me han profetizado la muerte. ¿Me habrán proporcionado acaso el ataúd?

No creía, y sigo no creyendo, en el espiritismo; pero semejante coincidencia era capaz de desconcertar a cualquiera.

Es imposible. Soy un miedoso, un chiquillo. Habrá sido una alucinación. Al volver a casa, estaba tan sugestionado que creí ver lo que no existía. ¡Claro! ¿Qué otra cosa puede ser?

La lluvia me empapaba; el viento me sacudía el gorro y me arremolinaba el abrigo. Estaba chorreando... Sentía frío... No podía quedarme allí. Pero ¿adónde ir? ¿Volver a casa y encontrarme otra vez frente al ataúd? No podía ni pensarlo; me hubiera vuelto loco al ver otra vez aquel ataúd, que probablemente contenía un cadáver. Decidí ir a pasar la noche a casa de un amigo.

Panihidin, secándose la frente bañada de sudor frío, suspiró y siguió el relato:

-Mi amigo no estaba en casa. Después de llamar varias veces, me convencí de que estaba ausente. Busqué la llave detrás de la viga, abrí la puerta y entré. Me apresuré a quitarme el abrigo mojado, lo arrojé al suelo y me dejé caer desplomado en el sofá. Las tinieblas eran completas; el viento rugía más fuertemente; en la torre del Kremlin sonó el toque de las dos. Saqué los fósforos y encendí uno. Pero la luz no me tranquilizó. Al contrario: lo que vi me llenó de horror. Vacilé un momento y huí como loco de aquel lugar... En la habitación de mi amigo vi un ataúd... ¡De doble tamaño que el otro!

El color marrón le proporcionaba un aspecto más lúgubre... ¿Por qué se encontraba allí? No cabía duda: era una alucinación... Era imposible que en todas las habitaciones hubiese ataúdes. Evidentemente, adonde quiera que fuese, por todas partes llevaría conmigo la terrible visión de la última morada.

Por lo visto, sufría una enfermedad nerviosa, a causa de la sesión espiritista y de las palabras de Spinoza.

"Me vuelvo loco", pensaba, aturdido, sujetándome la cabeza. "¡Dios mío! ¿Cómo remediarlo?"

Sentía vértigos... Las piernas se me doblaban; llovía a cántaros; estaba calado hasta los huesos, sin gorra y sin abrigo. Imposible volver a buscarlos; estaba seguro de que todo aquello era una alucinación. Y, sin embargo, el terror me aprisionaba, tenía la cara inundada de sudor frío, los pelos de punta...

Me volvía loco y me arriesgaba a pillar una pulmonía. Por suerte, recordé que, en la misma calle, vivía un médico conocido mío, que precisamente había asistido también a la sesión espiritista. Me dirigí a su casa; entonces aún era soltero y habitaba en el quinto piso de una casa grande.

Mis nervios hubieron de soportar todavía otra sacudida... Al subir la escalera oí un ruido atroz; alguien bajaba corriendo, cerrando violentamente las puertas y gritando con todas sus fuerzas: "¡Socorro, socorro! ¡Portero!"

Momentos después veía aparecer una figura oscura que bajaba casi rodando las escaleras.

-¡Pagostof! -exclamé, al reconocer a mi amigo el médico-. ¿Es usted? ¿Qué le ocurre?

Pagastof, parándose, me agarró la mano convulsivamente; estaba lívido, respiraba con dificultad, le temblaba el cuerpo, los ojos se le extraviaban, desmesuradamente abiertos...

-¿Es usted, Panihidin? -me preguntó con voz ronca-. ¿Es verdaderamente usted? Está usted pálido como un muerto... ¡Dios mío! ¿No es una alucinación? ¡Me da usted miedo!...

-Pero, ¿qué le pasa? ¿Qué ocurre? -pregunté lívido.

-¡Amigo mío! ¡Gracias a Dios que es usted realmente! ¡Qué contento estoy de verle! La maldita sesión espiritista me ha trastornado los nervios. Imagínese usted qué se me ha aparecido en mi cuarto al volver. ¡Un ataúd!

No lo pude creer, y le pedí que lo repitiera.

-¡Un ataúd, un ataúd de veras! -dijo el médico cayendo extenuado en la escalera-. No soy cobarde; pero el diablo mismo se asustaría encontrándose un ataúd en su cuarto, después de una sesión espiritista...

Entonces, balbuceando y tartamudeando, conté al médico los ataúdes que había visto yo también. Por unos momentos nos quedamos mudos, mirándonos fijamente. Después para convencernos de que todo aquello no era un sueño, empezamos a pellizcarnos.

-Nos duelen los pellizcos a los dos -dijo finalmente el médico-; lo cual quiere decir que no soñamos y que los ataúdes, el mío y los de usted, no son fenómenos ópticos, sino que existen realmente. ¿Qué vamos a hacer?

Pasamos una hora entre conjeturas y suposiciones; estábamos helados, y, por fin, resolvimos dominar el terror y entrar en el cuarto del médico. Prevenimos al portero, que subió con nosotros. Al entrar, encendimos una vela y vimos un ataúd de brocado blanco con flores y borlas doradas. El portero se persignó devotamente.

-Vamos ahora a averiguar -dijo el médico temblando- si el ataúd está vacío u ocupado.

Después de mucho vacilar, el médico se acercó y, rechinando los dientes de miedo, levantó la tapa. Echamos una mirada y vimos que... el ataúd estaba vacío. No había cadáver; pero sí una carta que decía:

"Querido amigo: sabrás que el negocio de mi suegro va de capa caída; tiene muchas deudas. Uno de estos días vendrán a embargarlo, y esto nos arruinará y deshonrará. Hemos decidido esconder lo de más valor, y como la fortuna de mi suegro consiste en ataúdes (es el de más fama en nuestro pueblo), procuramos poner a salvo los mejores. Confío en que tú, como buen amigo, me ayudarás a defender la honra y fortuna, y por ello te envío un ataúd, rogándote que lo guardes hasta que pase el peligro. Necesitamos la ayuda de amigos y conocidos. No me niegues este favor. El ataúd sólo quedará en tu casa una semana. A todos los que se consideran amigos míos les he mandado muebles como éste, contando con su nobleza y generosidad. Tu amigo, Tchelustin".

Después de aquella noche, tuve que ponerme a tratamiento de mis nervios durante tres semanas. Nuestro amigo, el yerno del fabricante de ataúdes, salvó fortuna y honra. Ahora tiene un funeraria y vende panteones; pero su negocio no prospera, y por las noches, al volver a casa, temo encontrarme junto a mi cama un catafalco o un panteón.

miércoles, 22 de julio de 2015

Leo Masliah - Generación de contenidos - 2015

Un tutorial didáctico muy pertinente en los tiempos que corren.En youtube y sobre...youtube, continentes, contenidos, y de cómo generar éstos últimos, de la mano del Maestro Leo Masliah.
No se lo pierda.

GENERACIÓN DE CONTENIDOS

domingo, 12 de julio de 2015

Jaime Poniachik - El dado egocéntrico


EL DADO EGOCÉNTRICO
Atribuido a Julio Cortázar
Autor verdadero: Jaime Poniachik

Ése era un dado egocéntrico. Cayera como cayera, siempre caía de cara, y con la misma sonrisa entonaba: soy yo, soy yo. Le hacíamos las mil y una al pobre dado: lo lanzábamos desde el balcón, adentro del plato de sopa, o justo antes de que se sentara tía Albertina (105 kilos), lo poníamos sobre el banco. Los insultos de tía no nos incumbían, se los cargábamos al dado. Pero igual, volvíamos a arrojarlo y zácate, caía de cara y dale cantar: soy yo, soy yo, soy yo.
Una vez al Beto se le ocurrió limarle las aristas. Estuvimos como dos días sin parar hasta que quedó hecho una bolita. Vamos a ver si ahora cantás, dijo el Beto, y lo lanzó sobre las baldosas del patio. Apenas tocó el suelo, el dado empezó a decir: puta que te parió, puta que te parió. Y continuó rodando sin parar y meta cantar: puta que te parió, puta que te parió, puta que te parió...

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Cortázar, Poniachik y el dado egocéntrico

Entre 1969 y 1975 un breve texto apócrifo de Julio Cortá­zar desencadenó -a través del dado protagonista- una compleja red de caram­bolas internacionales. Una especie de caso policial al mejor estilo de Erle Stanley Gardner, en el que tuvieron que ver Elvio Gandolfo, Jaime Poniachik, Félix Grande, H.P. Lovecraft, Abelardo Casti­llo, el propio Cortázar y Ed­mundo Valadés.
Desde 1968, Francisco Gandolfo y su hijo Elvio, editaban en Rosario una revista cultural con un curioso nombre extraído de un poema de César Vallejo: "El lagrimal trifurca", la que fue apareciendo cada vez que pudo hasta morir ocho años después, en 1976 después de 13 números aparecidos. Hacia fines de 1969, recibieron una carta de Jaime Poniachik, un amigo que más adelante se convertiría en un generador inagotable de acertijos y paradojas para revistas como "Satiricón", "Humor y Juegos" y "Cacumen".
En ese entonces Poniachik estaba empeñado en una traducción de "La caza del Snark", de Lewis Carroll (empeño que se vio frustrado cuando la editorial Brújula editó otra traducción). En la misma carta les informó que había llegado a sus manos un cuentito inédito de Cortázar por intermedio de Fassio, que era amigo de Porrúa, que era amigo de Cortázar y que se lo había cedido para una posible revista de aparición incierta. 
(...)
Elvio Gandolfo sabía que Porrúa era asesor literario de la Editorial Sudamericana y director de Ediciones Minotauro, y recordaba vagamente que Fassio había diseñado un rayuelómetro para leer "Rayuela". Sin embargo, como director de la revista, decidió no publicarlo porque le pareció un texto flojo.
Hacia 1972, Francisco Gandolfo empezó a publicar unas plaquetas alargadas y desplegables en las que incluía -por lo general- a poetas jóvenes. En cierta oportunidad, una de las ocho caras que tenía la publicación quedó en blanco ya que no tenía otros poemas publicables a mano. Entonces recordó al viejo original de Cortázar. Lo desenterró de unos desvencijados biblioratos y lo imprimió allí, reproduciendo el breve fragmento de la carta de Poniachik que indicaba su procedencia, sin sospechar la compleja maquinaria que ponía en marcha.
El primer indicio de sus efectos fue una breve nota incluida en el diario "La Capital" de Rosario el 11 de junio de 1972, en una columna cultural escrita por Alberto Vila Ortiz. Ese diario -decano de la prensa argentina- solía dedicar poca atención a la cultura y a los escritores locales menores de cien años. Sin embargo, esa vez "El dado egocéntrico" había hechizado al comentador de la plaqueta, que afirmó en su columna: "Se completa esta entrega con una pequeña página inédita de Julio Cortázar, que como el dado de esa historia llegó hasta el lagri­mal rodando, diciendo soy yo, soy yo. Como esos poe­mas que Cortázar escribió alguna vez en un antiguo viaje a Europa y que sus po­seedores guardan celosamente, o cierta foto en Praga o en Viena -no recordamos- de Cortázar casi de espal­das, este cuentito pertenece a ese tipo de obra que está iluminada por la obra total del autor. El tiempo las irá agregando, lentamente, a la memoria de todos, que es la verdadera forma que deben tener las obras completas, con sus hallazgos, sus olvi­dos, sus páginas secretas compartidas por dos o tres personas, poco más".

En aquella época (en la que abundaban las revistas literarias buenas y entretenidas), Abelardo Castillo editaba en Buenos Aires "El Escarabajo de Oro", sucesora de "El Grillo de Papel" y antecesora de "El Ornitorrinco". Colaboraban en la edición Liliana Heker, Ricardo Piglia, Humberto Constantini, Miguel Briante, Alejandra Pizarnik y Haroldo Conti. En México, por otra parte, Edmundo Valadés, viejo amigo de Juan Rulfo, publicaba "El cuento", una espléndida y heterodoxa revista de relatos de todo tipo y procedencia. A ambas revistas Gandolfo les enviaba sus publicaciones en canje, y ambas publicaron "El dado egocéntrico".
También lo publicó la revista "Cuadernos Hispanoamericanos" de Madrid en enero de 1973. Uno de sus integrantes, el poeta Félix Grande (entusiasta admirador de "Rayuela"), se puso a delirar con el texto en una extensa nota titulada "El romance del dado y la ratita" que decía así: "En esto, el famoso pri­mo de Cortázar llamado el Beto, encantado por aquella frase de mi artículo que dice que Cortázar nos certifica el sagrado derecho a la deso­bediencia, me pasó con disi­mulo un pequeño papel que yo imaginé octavilla y que no dejaba de serlo: era un rela­to de Julio Cortázar, y cuan­do acabé de leerlo en voz alta se comprobó que decía así: (transcripción textual del cuento) y a continuación ¡Pero qué dado tan encantador!, clamó suavemente, con abun­dante lenocinio en la voz, la ratita desobediente, emergiendo desde la remota tía Albertina y acompañada de Hamelina y del avieso Forges. Y añadió: Dime cómo te llamas, majo... El dado, abalanzándose hacia ella y citando una frase famosa de La casa de Bernardo Alba, susurró: ¡Me llamo el dado Paredro!, ¡ven que te tiente! Y más adelante: ...vimos to­dos cómo el dado Paredro y la ratita desobediente se be­saban en la boca en señal de matrimonio. Inútilmente, Cortázar trataba de apaci­guar el ruido de risas y felici­taciones y grititos orgiásti­cos, con intención de tocar la trompeta...".
A todo esto, Jaime Poniachik había recibido la plaqueta en la que aparecía "El dado egocéntrico", y también había leído el número de "El Escarabajo de Oro" que reproducía el texto. Entonces se comunicó con la redacción de "El lagrimal trifurca" y aclaró: "Eso no es de Cortázar. Lo escribí yo". Julio Cortázar, por su parte, llegaba a París proveniente de uno de sus numerosos viajes, y al revisar el buzón se sncontró con una serie de materiales que lo llevaron a escribir una extensa carta dirigida a sus "Infectos amigos", en la que discutía con energía y humor un par de interpretaciones de su obra, pero que parecía tener como centro espectacular al dado egocéntrico, que no dejaba de girar. El título de la carta era extenso: "La agarrada a patadas o el despertar de los monstruos o más sobre dados y ratitas o la respuesta del involuntario pero vehemente responsable: precisiones necesarias a Carlos Curutchet, a Félix Grande y al pugilista del Escarabajo de Oro".
La carta apareció en el número de fe­brero de 1974 de "Cuadernos Hispanoamericanos": "El gaucho Félix, en un momento dado se refiere a un texto mío que un supuesto primo también mío y llamado el Beto le habría pasado, tex­to que se apresura a repro­ducir en su totalidad. No tiene título, es brevísimo, excelente y su protagonista es un dado. Como la casualidad hace bien las cosas, a mi llegada a París no sólo encontré ésto sino un número de El Escarabajo de Oro (agosto- septiembre de 1972) en el que también figura dicho texto. Al presentarlo, Abelardo Castillo le pone un copete donde se dan las simplísimas explicaciones siguientes: a) El texto apareció en una re­vista de Rosario llamada Lagrimal trifulca (sic); b) La re­vista citada indica que lo re­cibieron por intermedio de Fassio, que para mí sólo puede ser Juan Esteban Fas­sio, autor de una célebre má­quina para leer Rayuela, el cual lo habría cedido a Jai­me Poniachik, presumible di­rector de la trifulca en cues­tión; c) El tal Beto, mi primo según Félix, sería el puente entre una de las dos revistas y el inocente guitarrero madrileño que no perdió tiempo en incluirlo en su estudio. Tiene algo de penoso que tantas precisiones y me­dios paréntesis sean propia­mente al cuete, por la mera razón de que ese texto no es mío. Sí, viejos, han leído bien, qué le vachaché. Se trata de un pastiche muy inteligente y que celebro como fraternal homenaje a mi mundo de cronopios, pero no es del Ju­lio. Se sabe que en su vejez le pidieron a Matisse que iden­tificara un cuadrito sobre el cual había dudas, y que lue­go de mucho mirarlo les dijo a los expertos que era tan incapaz de reconocerlo co­mo de negarlo. Yo también estoy viejo, pero si algo sé es que en un texto mío jamás ha figurado ni figurará la interjección zácate, qué me parece obscena y centroamericana. Heaki (sic) lo que pasa, don Abelardo, cuando se publican textos sin primero mandarle dos líneas al su­puesto autor para que auto­rice al Escarabajo a transportarlo sobre su quitinoso lomo. En cuanto a vos, Félix Grande, no tenes otra culpa que la de quererme tanto, cosa que por lo demás tam­bién sé de Abelardo, sin ha­blar del desencadenante de todas estas catástrofes bi­bliográficas, porque este jo­dido que nos ha metido a to­dos en el baile ya está camino de la ducha, lo han frota­do con el linimento que per­fuma los gimnasios y nos es­pera en el café de la esquina para beber el vinito de la amistad, probablemente con nuevas y asombrosas expli­caciones de mis cuentos y novelas (se refiere a Curutchet)".

En el mismo número de "Cuadernos Hispanoamericanos", Félix Grande redactaba una extensa respuesta a la carta de Cortázar, bajo el título "Nadando en las paredes", en la que vuelve a reproducir a pie de página el texto multiplicador para goce de los lectores y donde además se mostraba nostálgico por su corta existencia cortazariana. Después de diversas agudezas sobre la paternidad de Cortázar y citando al gran cronopio en persona (¿Dónde empieza y termina nuestra libertad? ¿Qué escribimos? ¿Quién escribe?), expresa claramente la réplica en este párrafo: "Primero, me sorprendió que una página tan memorable y ácrata no fuese tuya. Luego, no comprendí tu des­dén por la palabra zácate, tan hermosa. Más tarde, su­puse -sin entusiasmo- que en un instante de debilidad habías resuelto ver en el es­pejo únicamente el rostro tuyo, en lugar de la multitud y la nada. Después, me sorprendió la grandeza del clandestino autor del dado al renunciar a una porción de gloria. Y, finalmente, Julio, he logrado entenderlo todo: tu desdén y tu súbita fijación en el YO eran meras simulacio­nes que encubrían tu modes­tia atroz. Lo demás fue senci­llo. Se trataba de recordar a Lovecraft: en el primer tercio del siglo, algunos admirados amigos del narrador oscuro comenzaron a aportar te­mas, imágenes, horrores, para el bestiario del maestro. Le sugirieron lecturas, nom­bres de dioses, culturas apa­gadas, rasgos para los Pri­mordiales, en un afán de colaboración que se les convirtió en destino. Era el homenaje de unos deslumbrados, y a su afán se le llamó más tarde, en las historias de la Literatura, El círculo de Lovecratf. Te imaginé pensán­dote como centro de otro cír­culo en embrión, temiendo esa situación central privilegiada y rechazándola, ofus­cado por la modestia".

A esta altura del girar de su dado, Jaime Poniachik se sentía entre orgulloso e incómodo. Con respeto y humildad, decidió pedir disculpas postales a quien durante varios meses, en varios países, había pasado por autor del texto. Poco después (el 13 de abril de 1975), Cortázar le respondió: "Gracias por su carta y su libro, que leeré apenas mis muchos viajes de esta época me den un respiro. No tiene por qué excu­sarse de su broma, que no llegaba a mayores; peores cosas me han hecho, sin to­marse el trabajo de pedir dis­culpas. Como tal vez haya leído por ahí, su divertido texto (que prueba su talento mimético sin la menor duda) me dio la ocasión de escribir unas páginas en las que a mi vez me entretuve a costa del buen amigo Abelardo Casti­llo que se había ensartado con su broma. Yo creo que cuando se procede sin mala intención, estas cosas son divertidas y útiles, y que los ar­gentinos deberían hacerlas con más frecuencia, para agilizar las relaciones entre escritores, que son siempre almidonadas, broncosas y narcisistas. Ya ve que no me preocupó su broma y que ahora le agradezco muy cordialmente sus envíos. Hasta siempre, un salu­do muy cordial. Julio Cortázar".
Es posible imaginar que "El dado egocéntrico" haya sido traducido al francés, al inglés o al búlgaro, por personas que nunca leyeron la aclaración de Cortázar, o reproducciones en español, en otras revistas. En su corta trayectoria como hijo de Julio Cortázar, "El dado egocéntrico" convenció a más de un cortazarista, multiplicó la extensión propia por varias veces en textos que también lo tuvieron de protagonista y demostró ampliamente su poder. Lo más lógico sería que a la larga integrase no las obras completas de Cortázar (salvo como una traviesa nota al pie) sino las de Jaime Poniachik.

(fuente: http://eljineteinsomne2.blogspot.com.es/2007/09/cortazar-poniachik-y-el-dado.html)

domingo, 5 de julio de 2015

Fleetwood Mac - The Dance - 1997


"The Dance" es un álbum en vivo de la banda británico- norteamericana Fleetwood Mac, publicado en 1997, que cuenta con más de siete millones de copias vendidas a nivel mundial.
Marca el regreso de la banda en su formación más exitosa y clásica, desde "Tango in the Night" de 1987.Hablamos por supuesto de Lindsey Buckingham, Christine McVie, Stevie Nicks, John McVie y Mick Fleetwood.La reunión se produjo como conmemoración de los veinte años del lanzamiento de "Rumours", para lo cual iniciaron un tour.La cadena MTV produjo un especial con la presentación en Burbank el 23 de mayo, lanzado en en CD y en DVD.

Reconozco que tengo debilidad por ésta particular banda y su historia...ídem.De aquella formación británica de blues rock los sesentas, capitaneada por el guitarrista mágico Peter Green, sólo sobrevive la dupla de la sección rítmica que da nombre a la banda y sentido a su continuidad.Pero esas dos damas espléndidas, mágicas y talentosas cambiaron para siempre la orientación de la banda y la catapultaron al éxito masivo en la década de los setentas con canciones de perfecta factura.
El guitarrista Buckingham, ex pareja de Stevie, es solvente y preciso, con un sentido aguzado de lo que "funciona" en la música, comercialmente hablando.
Stevie Nicks es una estupenda compositora y una cantante incomparable.
Y de Christine, la ex del bajista, puede decirse poco más de lo mismo.
Por último pero fundamental, Mick en la batería y John en el bajo son historia viva, desde luego.
La presencia en escena del quinteto es algo que vale la pena ver, aunque más no sea en imágenes grabadas en el caso de quienes no hemos podido estar en persona en sus conciertos.El especial "The dance" es uno de esos conciertos (y álbumes) que no tienen desperdicio, donde la banda hace un repaso de lo que podríamos realmente considerar sus mejores temas.
La portada del CD fue creada por David LaChapelle, y en la fotografía Mick emula la posición de la carátula de "Rumours" (1977) y Buckingham aparece con el mismo bastón que en la portada de "Fleetwood Mac"(1975).
Créanme, yo que tengo el "Greatest Hits" les digo éste album completo es MUCHO mejor.

Disco y actuación abren con un  temazo,única composición conjunta de los cinco miembros:
THE CHAIN

Stevie Nicks aporta sus maravillosas canciones. La épica "Rhiannon", la emotiva balada pop y superventas "cancion de divorcio", la incombustible "Dreams", y por supuesto la avalancha de sentimientos que es "Landslide", una obra maestra.  

RHIANNON

LANDSLIDE

Lindsey Buckingham nos regala intensos y efectivos momentos guitarrísticos y un solo final de larguísima duración  de esos de agradecer y que deja los pelos de punta (para haber estado ahi...y...en fin), en ésta tremenda balada:

I´M SO AFRAID

(Uff...Uff...)

Buckingham otra vez, con una de sus aportaciones al "Tango in the night" seguida de versión acústica de uno de sus éxitos solista de los ochenta (el original era más bien en clave synth pop/new wave).
BIG LOVE/ GO INSANE

Además Buckingham escribió dos nuevos temas:"Bleed to Love Her" y "My Little Demon"

La composición de Christine es una de las canciones de amor más tiernas que jamás he escuchado.Lamentablemente está en el vídeo pero no en el álbum o cd de audio.
BLUEBIRD

Llegando a la culminación, a toda "orquesta"...y banda, con la USC. Trojan Marching Band en el escenario.
TUSK


PROGRAMA
01.«The Chain»   Buckingham, Nicks, C. McVie, J. McVie, Fleetwood 5:11
02.«Dreams»   Nicks 4:39
03.«Everywhere»   C. McVie 3:28
04.«Rhiannon»   Nicks 6:48
05.«I'm So Afraid»   Buckingham 7:45
06.«Temporary One»   C. McVie 4:00
07.«Bleed to Love Her»   Buckingham 3:27
08.«Big Love»   Buckingham 3:06
09.«Landslide»   Nicks 4:28
10.«Say You Love Me»   C. McVie 5:00
11.«My Little Demon»   Buckingham 3:33
12.«Silver Springs»   Nicks 5:41
13.«You Make Loving Fun»   C. McVie 3:50
14.«Sweet Girl»   Nicks 3:19
15.«Go Your Own Way»   Buckingham 5:00
16.«Tusk»   Buckingham 4:22
17.«Don't Stop»   C. McVie 5:31


FLEETWOOD MAC
Stevie Nicks: voz
Lindsey Buckingham: guitarra, banjo y voz
Christine McVie: teclados, piano, acordeón y voz
John McVie: bajo
Mick Fleetwood: batería

MÚSICOS ADICIONALES
Brett Tuggle: teclados, guitarra y coros
Neale Heywood: guitarra y coros
Lenny Castro: percusión
Sharon Celani: coros
Mindy Stein: coros
USC. Trojan Marching Band en «Tusk»

Y finalizando hay un tremendo rock and roll que es como parar un tren, una inyección de energía en forma de música, obra de Christine, en que ella,Lindsey y Stevie comparten las vocales.
DON´T STOP